Voto obligatorio, populismo y financiamiento

Por Mauricio Morales

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Los mismos políticos que apoyaron el voto voluntario, hoy rasgan vestiduras por la restitución del voto obligatorio. Principalmente alojados a la izquierda del espectro ideológico, sostienen que la única manera de frenar la baja participación es obligando a que la gente salga a votar. Para ellos fue sorpresiva la caída de la participación a menos del 50% en la primera vuelta presidencial de 2013, y a poco más del 40% en la segunda vuelta. Como si la solución pasara por una rápida reversión institucional, creen que los problemas del país se resuelven llevando más gente a las urnas. Lástima que no hayan pensado lo mismo cuando se discutió sobre el cambio de régimen durante los gobiernos de Lagos y Bachelet. Ahí apareció la “izquierda progresista” con un discurso adosado a entender el sufragio como un derecho y no como un deber. Mala cosa.
¿Qué pasaría si restituyéramos el voto obligatorio? Ciertamente la participación aumentaría, posicionando a Chile en los primeros lugares del ranking latinoamericano. El problema es que, con toda seguridad, la votación nula y blanca ascendería más allá del 7% que se alcanzó en la elección de diputados 2013, y del casi 13% para la elección de Cores. Adicionalmente, las opciones populistas sí tendrían un fuerte caldo de cultivo en este escenario. Tales candidatos no sólo apelarían a la alta desconfianza institucional y a un discurso anti-elite que claramente identifica un enemigo, sino que además ese candidato- explotando sus atributos personales casi al nivel de salvación total- llamaría al “pueblo” a votar en contra de esa elite corrupta. A esto contribuiría un ambiente de deterioro en las reglas de accountability y a la debilidad de los políticos más tradicionales.
¿Puede surgir un candidato populista fuerte en Chile? Los populismos pueden aparecer tanto en sistemas de partidos debilitados como en sistemas hiper-institucionalizados. Incluso, lo pueden hacer en escenarios de estabilidad económica. Parisi, por ejemplo, capturó votantes jóvenes, con educación superior, pero cesantes. En este segmento, sus apoyos llegaron al 23%. Su discurso sobre las oportunidades y la meritocracia le hizo sentido a una porción no menor de electores. ¿Qué hubiese sucedido con Parisi en un escenario de voto obligatorio, con políticos desprestigiados y altos niveles de desconfianza en las instituciones? No tengo dudas de que su porcentaje de votos habría sido mucho mayor. ¿Es eso bueno para la democracia? No.
En cuanto a financiamiento de campañas, no son pocos los centros de estudio que quieren limitar la obtención de recursos casi exclusivamente a la esfera estatal. El problema es que la presión por gasto es mucho mayor a la estimada. Por ejemplo, a la Alianza -de acuerdo a los datos del Servel- cada diputado le costó 151 millones de pesos, mientras que a la Nueva Mayoría le salió por poco más de 81 millones de pesos. En el Senado, en tanto, a la Nueva Mayoría le costó 385 millones de pesos cada senador, cifra que sube a 861 millones de pesos en la Alianza. Todo esto calculado con los datos oficiales. Si creemos que estos datos están subestimados, entonces el costo por un escaño es sustancialmente mayor. ¿Existen recursos estatales que puedan equiparar estas cifras?, ¿es sensato colocar barreras a los aportes anónimos?, ¿qué sucederá con el nuevo sistema electoral donde competirán más candidatos y con límites de gasto superiores? Por ejemplo, en el distrito que agrupará a las comunas de Maipú, Estación Central, Cerrillos, Pudahuel, Colina, Lampa, Quilicura, Titil, el límite de gasto será -dependiendo del valor de la UF- de aproximadamente 730 millones de pesos.

Si se aprueba el proyecto del gobierno, esa cifra se reduciría cerca de 350 millones de pesos. ¿Cuál es el problema? El límite de gasto es por candidato, no por partido. Entonces, si un partido con muchos recursos presenta cinco candidatos, y esos candidatos llegan al límite de gasto en el distrito, el partido no estará gastando 350 millones, sino que 1.750 (350*5).

Por tanto, hay que ser en extremo cuidadosos con los diseños institucionales. El cambio al binominal fue un gran paso, pero todo se irá al tacho de la basura si restituimos el voto obligatorio en el corto plazo y si  no optamos por un buen sistema de financiamiento.

Fuente: La Tercera