Una destacada trayectoria

Por Kenneth Bunker

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Patricio Aylwin es parte fundamental de la historia política reciente de Chile. Es imposible concebir el fin de la dictadura o el inicio de la democracia sin él. Su impacto e importancia en el proceso no se limita a los años inmediatamente previos al plebiscito de 1988 o a los años inmediatamente posteriores al fin de su cuatrienio. Aylwin juega un rol pivotal en la historia política chilena que abarca más de medio siglo, comenzando en los cincuenta con la fundación de la Democracia Cristiana y terminando a la vuelta del siglo con su influencia sobre el primer gobierno socialista en tres décadas. El impacto de Aylwin sobre la historia política de Chile es mucho más profundo que la contribución que hizo mientras fue presidente.

En 1950 Patricio Aylwin entró a ser titular de la política chilena, para nunca más salir. Ese año, y por los dos que seguirían, sería presidente de la Falange Nacional, un pequeño partido de solo tres diputados y dos senadores (Eduardo Frei Montalva y Radomiro Tomic Romero). La ambición de Aylwin cambiaría el estado del partido dramáticamente. Desde la presidencia de la FN participaría en la fundación del partido más grande, y probablemente más exitoso, en la historia reciente de la política chilena. En 1957, la FN se uniría al Partido Conservador Social Cristiano, escindido del Partido Conservador en 1949, y más adelante al Partido Nacional Cristiano y al Partido Agrario Laborista, para fundar la Democracia Cristiana.

En solo siete años, entre 1950 y 1957, la Falange Nacional, ahora denominada Democracia Cristiana, aumentó su presencia parlamentaria de tres a 17 diputados. Solo un año después, en la elección de 1958, la DC presentaría, sin suerte, a su primer candidato presidencial, el Senador Frei Montalva. En 1964, Frei Montalva tendría mejor suerte, siendo elegido, y en 1970, el otro Senador, Tomic Romero, sería el tercer candidato consecutivo de la DC. En este periodo Aylwin sería presidente dos veces (1958-1960, 1965-1967), comandando la ofensiva del partido e instalándolo en la primera línea nacional. A su vez, llevaría a la DC pasó de ser un partido de peso medio a uno de peso pesado, logrando 55 diputados y 12 senadores, en 1969.

La historia daría un vuelco inesperado en 1973, cuando tras el golpe de Estado se instaló una dictadura que duraría 17 años. El protagonismo de Aylwin no declinaría. De hecho, controversialmente, solo un mes antes del golpe, Aylwin sostuvo que “entre una dictadura marxista y una dictadura de nuestros militares, yo elegiría la segunda”. A pesar de aquello, sería una figura fundamental tanto en la resistencia a la dictadura como en la recuperación de la democracia. En 1997, en un esfuerzo por limpiar su legado, recordaría que “en esa época yo actué honradamente y de acuerdo a mi conciencia, pero reconozco que me equivoqué medio a medio”.

Más allá de la responsabilidad de Patricio Aylwin en precipitar el golpe de Estado, su rol en la recuperación de democracia sería crucial. En 1977, solo 4 años después del golpe, mientras los militares tenían el Mando Supremo de la Nación, Aylwin fundó un grupo de trabajo para proponer una vía para recuperar la democracia. En 1978, el grupo de Estudios Constitucionales, también conocido como el Grupo de los 24, se consolidaría con la entrada de personas como Edgardo Boeninger, Fernando Castillo Velasco, y Raúl Rettig. Desde allí Aylwin, y el resto de los integrantes, buscaría crear y proponer un proyecto alternativo a la Constitución de 1980, en ese entonces siendo redactado por Enrique Ortúzar y su comisión.

Los esfuerzos serían en vano, pues la Constitución de 1980 se terminaría aprobando en un curioso plebiscito. Pero a Aylwin le quedaría trabajo por hacer. En 1983 participó en la Alianza Democrática, la primera coalición política opositora a la dictadura. La Alianza buscaría, sin éxito, conseguir la renuncia de Augusto Pinochet a la Presidencia de la República, establecer un Gobierno Provisional para una breve transición, y un acuerdo nacional para avanzar hacia una Asamblea Constituyente. La testarudez de Pinochet se impondría, y no se conseguiría avanzar en ninguna de las tres aristas. A la vista, Aylwin buscó otros canales de presión, como la Iglesia, desde donde logró impulsar el Acuerdo Nacional para la Transición a la Democracia.

Todos los esfuerzos de Aylwin no serían en vano. Entre 1987 y 1988 volvería a la testera de la DC y desde allí comandaría las negociaciones para la transición. Aprovechando el debilitamiento del gobierno militar, por presiones internacionales, lograría conseguir aprobar más de 50 reformas a la Constitución de 1980. A su vez, como premio a su persistencia, y reconocimiento a su liderazgo, Aylwin sería nombrado líder de la oposición para los plebiscitos de 1988 y 1989. Como consecuencia de su éxito en ambas ocaciones, Aylwin lograría conseguir la nominación de la oposición para ser el candidato presidencial para enfrentar, y finalmente derrotar, a Hernán Büchi, en la elección presidencial de 1989.

El gobierno de Aylwin fue ejemplar desde varias perspectivas.Principalmente porque logró reconstruir la institucionalidad destruida por la dictadura, y pavimentar el camino hacia una de las democracias más solidas y envidiadas en la región. La obra de Aylwin, durante su presidencia, es larga y valiosa.Desde la búsqueda de justicia al éxito económico. No solo logró avances, impensados en esos años, en materia de derechos humanos, por medio de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, pero además lo logró hacer manteniendo un crecimiento económico por sobre 6%, dando inicio a una de las épocas de mayor prosperidad en las últimas décadas.

El número de contribuciones políticas de Aylwin es abismante, y supera con creces la lista de reproches. Como todo político, Aylwin está libre de controversias. Pero solo la historia podrá juzgar aquello. Desde mi humilde perspectiva, Aylwin entregó mucho más que cualquier otro político de su generación. En los años tras su salida, siguió influyendo en la política nacional, inspirando a Eduardo Frei Ruiz Tagle para conducir un gobierno reflexivo, y a Ricardo Lagos para conducir un gobierno de consenso, considerando que ambos podrían haber sido significativamente más agresivos con la oposición dado sus experiencias personales con la dictadura.

La persistencia y temple de Aylwin son características que hoy en día brillan por su ausencia. En medio de los escalados de financiamiento irregular, ha quedado demostrado lo cortoplacista que se han vuelto muchos de los integrantes de la clase política. La miopía de algunos de los candidatos que se venden por un puñado de pesos contrasta nítidamente con la visión-país que Aylwin demostró tener en los años dorados, durante la dictadura, y desde la transición. La destacada trayectoria de Aylwin seguirá inspirando a políticos chilenos por varias décadas. Su búsqueda de consensos, su espíritu constructivo, y su tino político seguirán siendo recordados y valorados por los chilenos.

Fuente: La Tercera